Todo un problema definir, o intentar definir, de dónde a dónde va el arte. 

Avelina Lésper, crítica de arte, en una de sus entrevistas (de hecho en varias), ataca de manera frontal a lo que ella llama “estilo” y no “arte” contemporáneo, subrayando la incongruencia terrible en la que se ha caído con la monopolización del arte, su corrupción y formas de comercializarla.

 

Se nos ha querido vender, por parte de pseudointelectuales la idea de que porquerías visuales son arte, sólo por el hecho de ser realizadas por una persona pseudointelectual que ha pasado o bien por una escuela de arte (la que sea) o ha sido financiada para viajar un tanto por el mundo y comprar algunos libros (que normalmente no leen o no entienden), en la gran mayoría de las veces, sin que exista el oficio de la pintura o el dibujo previamente; esto es, recurrentemente parecieran ser los peores dibujantes, aquellos que se consideran calificados para decir qué es y qué no es, arte; mientras que aquellos que sí se partieron el lomo haciendo una pléyade de bocetos, trazos, diagramaciones, obra terminada, atención al detalla, etc., esos, precisamente esos, son para este sector, los que no están desarrollando la vanguardia artística. 

Es por eso que habemos quienes nos sumamos a la rebeldía de apreciar el trabajo por su contenido estético, entendible siempre desde ángulos como el instinto, la emoción, la inteligencia e incluso, la espiritualidad (esto último, lo que sea que signifique), apreciar las horas de dedicación, a veces la funcionalidad, a veces la contundencia, a veces la habilidad indiscutible del artista, a veces el contexto, etc.

Criticar el arte, no es fácil. Requiere de un conocimiento amplio de las diferentes corrientes artísticas, de los movimientos de vanguardia y hasta los chismes que haya en el argot; por lo que puede llegar a entenderse que no tenga que existir necesariamente una formación artística de oficio. Sin embargo, quizá por las condiciones que ha propiciado el país, tiende a permear más bien la corrupción y buscar, como en todo sistema corrupto, el beneficio personal por encima de la verdad y la justicia. 

Es así, que debemos los intelectuales, ciudadanos decentes, apreciadores del arte, los amantes de la verdad, sumarnos a buscar deshacernos de (por supuesto no sin un juicio previo) toda aquella basura que se ha intentado vender como “obra de arte” u “obra maestra”. Se le tira a la basura, no yendo a las galerías que se han prestado a promoverla, no leyendo sus revistas o libelos y, ante todo, no comprándola y, en contraparte, adquiriendo y contemplando aquello que verdaderamente tiene valor.

Hagámonos copropietarios del arte y llevémoslo a nuestras casas, pues al final del día, el arte es precisamente para sublimar nuestro espíritu y debería ser pan de todos los días. 

Saludos a todos.